… se cumplen tres meses de mi
nuevo diagnóstico. Tres meses que espero no tener que repetir jamás.
Ya llevaba unas semanas
sintiéndome mal. Tenía como pequeñas disneas y dolor por debajo de la costilla
derecha. Primero parecía ser bronquiolitis, después neumonía… Ingreso en el
hospital, antibióticos, pero no mejoraba…
Me hicieron una prueba que se
llama broncoscopia porque la oncóloga sospechaba que no era una cosa menor… En
quirófano metieron por mi boca un tubo. Yo estaba adormilada pero como no
llevaba anestesia general fuí consciente de todo. Creo que luché un poco porque
era muy desagradable. Por suerte una mano de mujer agarro la mía y me sentí
acompañada… Después no recuerdo nada hasta que me llevaron al hospital de día
oncológico y tuve un crisis en la que no podía respirar. Fue una mañana para
olvidar…
El 28 de agosto la neumóloga me
confirmó que lo que tenía era metástasis en los dos pulmones. Mi cáncer
primario había invadido los vasos linfáticos de este órgano.
¿Cómo era posible? Se suponía que
tras la radioterapia que acabé en junio estaba limpia.
La neumóloga me hablaba de
máquinas para respirar, tratando de explicarme cuál era la mejor opción, pero tanto mi marido como yo no nos
centrábamos. ¿Cómo una persona puede estar pendiente de esos detalles cuando la
mente está ocupada tratando de asimilar que el cáncer ha vuelto o mejor dicho
nunca ha abandonado tu cuerpo y ahora se muestra de la forma más feroz?
Le dije que necesitaba ver al
oncólogo que ya había vuelto de vacaciones. Necesitaba saber de qué forma
íbamos a luchar. Hizo una llamada, nos despedimos de ella, recorrí con mucho
esfuerzo los pasillos que separan una zona de otra y nos sentamos ante él.
En esta consulta y en la
siguiente nos comentó que la metástasis era incurable y que lo que me ofrecía
era una quimioterapia paliativa. Una quimio que lo más probable es que no
pudiera soportar por mis defensas. Una quimio que sólo me ayudaría en un 20-30%
a paliar los síntomas y que destrozaría mi sistema inmunitario, llevando con
casi total seguridad al hospital.
Le pregunté mi tiempo de vida si decidía
no ponerme la quimio y me lo dijo, sin tapujos, ya que la pregunta fue muy
directa: “Si no te la ponemos, te quedan tres meses”.
Cuando uno ve una película en el
que el/la protagonista se enfrentan a esto, en el que en una fría consulta le
dan un diagnóstico tan brutal, nunca puedes imaginarte que esto lo vivirás tú y
menos con 38 años. Yo he pasado dos veces por esto. Una con el diagnóstico del cáncer
de mamá y otra con la metástasis de pulmón. Parece una pesadilla, pero es real.
No puedes escaparte…
Le pregunté por los resultados
del PET TAC que acababa de hacerme, por la posibilidad de que no fueran sólo
los pulmones lo que tuvieran metástasis y me dijo que era tan importante lo que
se había descubierto con la broncoscopia que no importaba lo demás…
Salimos de la consulta
prometiéndole que volveríamos para comunicarle nuestra decisión de si seguir o
no con la quimio.
Y desde ese día… No hemos vuelto
jamás.